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Channel: Especial Semana Santa – Alfa y Omega

José Miguel García Pérez: «La pasión de Jesús es un relato histórico fiabilísimo»

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A partir del sustrato semítico de los evangelios, este experto aborda las diferencias e incluso contradicciones en algunos hechos narrados

Los Evangelios fueron escritos en griego entre la segunda mitad de los años 60 y finales de los 90 de nuestra era, es decir, unos 35-70 años después de que Jesús de Nazareth muriera clavado en una cruz fuera de los muros de Jerusalén, en una colina conocida como Gólgota. Sin embargo, antes de que Mateo, Marcos, Lucas y Juan narraran por escrito la pasión y muerte de Cristo debió de existir un relato primitivo en arameo que se transmitía oralmente sobre aquellos hechos. Así al menos lo cree José Miguel García Pérez, experto en el estudio del sustrato semítico en el Nuevo Testamento, que en « La pasión de Cristo. Una lectura original» (Editorial Encuentro) rastrea esas huellas de arameo en los textos evangélicos. Una interpretación desde la lengua semítica de algunos versículos puede arrojar luz sobre las llamativas diferencias, e incluso contradicciones, que se aprecian en los evangelios. Porque, ¿coincidió la última cena con la celebración de la Pascua judía? ¿Jesús murió el 14 o el 15 de Nisán?

«Jesús enseñó en arameo, que era la lengua que hablaba, y también los apóstoles, cuando fueron enviados a predicar», recuerda este sacerdote que se muestra seguro de que aquellas enseñanzas aprendidas de memoria conformaron «una tradición muy fija» que se transmitió oralmente. «Muy pronto», continúa, esos relatos se formularían por escrito y es muy posible que en arameo.

El Papiro P52, el fragmento manuscrito más antiguo conocido del Nuevo Testamento, escrito en griego

Por desgracia, «no nos han llegado esos textos semíticos», pero este profesor de Sagrada Escritura en la Facultad de Teología San Dámaso y en el Instituto de Ciencias Religiosas de Madrid detecta señales en el evangelio de Juan de un «griego de traducción», a partir de un «relato semítico arcano». Y en los textos de Marcos y Mateo, incluso en los de Lucas, que no era judío como los otros tres y dominaba el griego, también encuentra «expresiones e informaciones que no cuadran» en griego, reflejo de relatos más antiguos. El propio Lucas advierte en el prólogo que bebe de diversas fuentes cuando escribe: «Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir…».

El arameo era una lengua consonántica, sin vocales, que se escribía sin separación entre palabras, según explica este experto. De ahí, a su juicio, algunas discrepancias en los posteriores textos en griego. García Pérez recompone los pasajes más controvertidos a partir de ese sustrato semítico y propone una lectura distinta, aclarando las partes más oscuras. Así, aludiendo a los estudios de César A. Franco Martínez, afirma por ejemplo que «Jesús muere el 15 de Nisán, en el día de la Pascua judía», no el 14 como parece fecharla el cuarto evangelista, por lo que la Última Cena coincidió con la celebración de la Pascua judía.

O que la liberación de Barrabás no estuvo vinculada a un privilegio pascual. «No hay en ningún texto huella alguna que apunte a un privilegio por el que los judíos podían exigir al prefecto romano la liberación de un preso por la Pascua. No es histórico, nunca ha existido», explica. Algunos han apuntado a una invención de los evangelistas o han apelado a algunos actos puntuales, pero éstos no constituían una costumbre. Según García Pérez, «la solución es interpretar esas frases que están en griego desde el sustrato arameo y desde ahí se entiende que están hablando de un hecho concreto porque efectivamente en la Pascua de Jesús se había pactado la liberación de Barrabás. Marcos se refiere a una costumbre, porque la gente acostumbraba a ir al pretorio a pedir».

El sueño de la mujer de Pilatos es otro de los episodios que, tras la relectura de este experto, cobra un nuevo sentido. Tomado por muchos como un pasaje legendario, si se relee desde el prisma semítico que García Pérez propone «no es la mujer de Pilatos la que sueña», sino que ésta traslada a su marido las peticiones de clemencia para Jesús de otras mujeres judías, vinculadas a miembros del Sanedrín que, como José de Arimatea, discrepaban de la condena. «¿Por qué Pilatos se lava las manos? Porque le ha llegado el mensaje de que hay gente principal entre los judíos que no está de acuerdo, es un mensaje a esos jefes principales de que no es culpa suya», sostiene el autor de «La pasión de Cristo. Una lectura original».

Aunque se han puesto muchos reparos al relato del juicio ante el Sanedrín, subrayando las diferencias con la legislación contenida en la Misná, García remarca que esta normativa es más «tardía» y «no es la que funciona en época de Jesús». El Sanedrín tenía potestad para juzgar y para condenar a muerte, pero no podía ejecutar. «Eso también es histórico», asegura este experto.

José Miguel García, autor del libro

Basados en hechos históricos

«Durante muchos años se ha difundido que los evangelios son relatos inventados mucho tiempo después, pero ha habido mucho dogmatismo en este sentido. Hay elementos en los evangelios que se contradicen, pero que se han ido aclarando», añade García Pérez antes de subrayar que «es verdad que los evangelios son relatos de fe, pero la fe cristiana se basa en unos hechos históricos» y el relato de la Pasión de Jesús «ciertamente es histórico, fiabilísimo».

A lo largo de 216 páginas, este investigador aborda desde el problema cronológico de la pasión de Jesús, al prendimiento en Getsemaní, las dificultades históricas del relato del juicio ante el Sanedrín, las negaciones de Pedro, la muerte de Judas, el juicio ante Pilato, la crucifixión y las noticias cronológicas dispares sobre la muerte de Jesús y el entierro según los ritos funerarios judíos, hasta el día en que las mujeres se acercaron hasta el sepulcro.

Con el libro no solo pretende «avalar la historicidad de los relatos evangélicos», sino también «la conciencia que tenía Jesús de su muerte y su significado». En su empeño de arrojar luz sobre las expresiones oscuras apelando al sustrato semítico, quizá algunos puedan pensar que llega a forzar sus conclusiones, pero García Pérez replica que su libro «no es palabra de Dios» ni él pretende que se cambie el texto de los evangelios porque «no nos han llegado los textos arameos previos».

Este profesor de Sagrada Escritura se limita a proponer «una reconstrucción» de algunos pasajes partiendo de un posible escrito semítico anterior. «La cuestión es si esos fenómenos lingüísticos existen y si podrían estar detrás de los textos griegos… y sí, existen. Si la tradición aramea arroja luz sobre los textos griegos, pues bienvenida sea», concluye.

Mónica Arrizabalaga (ABC)


Cardenal Osoro: «En la cruz acogemos las heridas del mundo y entregamos las nuestras»

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El cardenal Osoro ha recordado este Viernes Santo por la tarde, en la celebración de la Pasión y Muerte del Señor, que «el Señor muere por nosotros para que, de una vez, entendamos quién es Dios y comprendamos quiénes somos nosotros y a quién debemos la vida».

Los fieles que abarrotaban la catedral, a pesar de la incesante lluvia que ha cubierto Madrid durante todo el día, han escuchado la invitación del arzobispo a posar la mirada en la cruz y preguntarse: «¿A quién buscáis?».

En la cruz, que fue «la libertad de nuestro gran cautiverio» en palabras de santa Teresa de Jesús –citadas por el purpurado–, el Señor «quedó en la desnudez absoluta por amor a nosotros, fiándose absolutamente de Dios su Padre».

«Sed de justicia, de paz, de amor»

Desde ahí –ha explicado el cardenal Osoro–, Jesús lanza el grito de «tengo sed» a cada de nosotros y se trata de «sed de agua», pero también «sed de justicia, de paz, de amor», «de que los hombres no estemos deshaciéndonos los unos a los otros».

Entonces «todo ha terminado», pero la Pasión del Señor continúa con el «hambre» y las «tragedias», en las «víctimas de sangrientos conflictos armados» o con la existencia de «poblaciones enteras que sufren». «Hoy Viernes Santo nos acercamos a los crucificados de nuestra humanidad. Por todos murió el Señor», ha aseverado el arzobispo de Madrid.

«Besad la cruz»

En este sentido, ha repetido la antífona: «Mirad el árbol de la cruz donde estuvo clavada la Salvación del mundo. ¡Venid a adorarlo!». «Besad la cruz –ha pedido–. Estamos acogiendo las heridas del mundo, las heridas de la humanidad. […] Y entregamos nuestras propias heridas porque no siempre buscamos la voluntad de Dios».

«“Entrégame todo lo que te pesa, lo que te esclaviza, yo te entrego mi Vida”. Esto es lo que nos dice el Señor. Y yo, queridos hermanos, os invito a acoger la Vida de nuestro Señor. Pensemos esto unos segundos en silencio», ha concluido su homilía.

Haciendo verdad las palabras que acaba de pronunciar, acto seguido el propio cardenal Osoro ha besado la cruz en el altar mayor de la catedral. También lo han hecho los obispos auxiliares, monseñor José Cobo, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, SJ, monseñor Santos Montoya y monseñor Jesús Vidal, así como numerosos presbíteros y, al concluir la celebración, una larga fila de fieles allí congregados.

Continúan las celebraciones de Semana Santa en la catedral

El Sábado Santo, 20 de abril, la catedral permanecerá cerrada durante toda la jornada. Abrirá sus puertas a las 21:00 horas para facilitar el acceso al templo a los fieles que quieran participar en la Vigilia Pascual, que se desarrollará a partir de las 22:00 horas. Durante la misma, se impartirán los sacramentos de iniciación: Bautismo, Comunión y Confirmación de adultos.

Las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa en la catedral finalizarán el 21 de abril, Domingo de Pascua de Resurrección, con una solemne Eucaristía que dará comienzo a las 12:00 horas. Al finalizar la Misa, el prelado impartirá la bendición papal.

En todas estas celebraciones actuará la coral de Santa María la Real de la Almudena. Además, los asistentes podrán lucrar la indulgencia plenaria cumpliendo las condiciones para ello establecidas.

El Papa afirma que Jesús resucitado nos salva «del mar de los problemas»

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Francisco cita a una poetisa americana: «Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos en pie»

A las puertas de una basílica de San Pedro casi a oscuras, el Papa Francisco encendió anoche el cirio pascual mientras recitaba la oración «Jesucristo ayer y hoy, principio y final, alfa y omega…» e hizo su entrada en la nave central que se iluminaba primero con las velas de los fieles y después con una cascada de luz reveladora de toda su belleza.

En la ceremonia más sugestiva del año, el Papa ha bautizado a ocho adultos, cinco mujeres y tres hombres, procedentes de Italia, Albania, Ecuador, Perú e Indonesia. El más joven era el italiano Giovanni Battista, de 21 años, mientras que la decana era Anastasia Clara, nacida en Indonesia.

A pocas horas de la primera Misa de la Pascua en el escenario del acontecimiento, la basílica del Santo Sepulcro, conocida precisamente por el nombre griego de «Anástasis» («Resurrección»), el Papa celebraba la más visible en el corazón de la cristiandad, con la mirada puesta en los países que sufren como Yemen o Libia, Venezuela o Nicaragua. Sin olvidar Sudán del Sur, donde se abren perspectivas de paz unos días después de que Francisco besase los pies a los dos contendientes en la guerra civil.

En una homilía centrada en la esperanza, el Santo Padre recordó que «nosotros, como Iglesia, estamos fundados en Jesús resucitado, e incluso cuando nos desanimamos, cuando sentimos la tentación de juzgarlo todo en base a nuestros fracasos, Él acude a liberarnos de nuestras decepciones».

¡Miremos a Jesús resucitado!

Francisco invitó vigorosamente a no caer en el pesimismo, en que «se afianza la idea de que todo va mal» y «nos convertimos en personas portadoras de un nocivo desaliento», dejando «que la vida acabe siendo esclava de las quejas y espiritualmente enferma».

En esa línea citó un verso de la poetisa norteamericana Emily Dickinson (1830-1886) que venía como anillo al dedo: «Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos de pie».

Al mismo tiempo, invitaba a mirar hacia arriba: «No nos quedemos mirando al suelo con miedo, ¡miremos a Jesús resucitado! Su mirada nos infunde esperanza porque, a pesar de todos los desastres que podemos hacer, su amor no cambia».

Frente al pesimismo de muchos ambientes, Francisco invitó a dar a Jesús resucitado «el lugar central en la vida. Pidamos la gracia de no dejarnos llevar por la corriente, por el mar de los problemas».

En estos días el Santo Padre tiene muy presente el incendio de Notre Dame de París, y el ministro de Asuntos exteriores francés visitó el sábado al secretario de Estado. Pietro Parolin le dio a entender que el Papa aceptará la invitación del presidente Macron a visitar Francia.

Domingo de Resurección

La Misa de la vigilia de la Resurrección había comenzado a las ocho y media de la tarde para facilitar la participación de familias. A esa hora había todavía mucha luz, y los participantes pudieron ver la hermosa decoración de flores en la plaza de San Pedro para la Misa del Domingo de Pascua.

Los floricultores holandeses se han volcado otra vez, este año con novedades espectaculares como las «aves del paraíso» y unas rosas blanquísimas llamadas «rosa avalancha» como si fuesen de nieve.

Era parte del clima de fiesta al día siguiente de un Vía Crucis nocturno conmovedor en el Coliseo, centrado en la Cruz de las prostitutas esclavas inmigrantes, de «los pequeños heridos en su inocencia y su pureza», o «los inmigrantes que encuentran las puertas cerradas por el miedo».

Hoy domingo, el Papa celebrará a las diez de la mañana la Misa de la Pascua e impartirá a las doce la bendición «Urbi et Orbi», a la ciudad y al mundo entero.

Juan Vicente Boo. Ciudad del Vaticano (ABC)

 

Cardenal Osoro: «Que la luz de Pascua ahuyente las tinieblas del miedo y de la tristeza»

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«Jesús está ahí siempre como una luz en medio de la oscuridad del mundo». Esta idea ha recorrido de principio a fin la homilía del cardenal Osoro en la Vigilia Pascual

El arzobispo de Madrid ha subrayado que «celebrar la Pascua es creer que ningún ser humano vive olvidado», que «nuestra vida tiene sentido y es posible la alegría». «Que la luz de Pascua ahuyente las tinieblas del miedo y de la tristeza, […] que rompa las cadenas del odio, que la solidaridad prevalezca sobre la injusticia. Es posible la vida y la esperanza si mantenemos viva la Resurrección de Cristo», ha abundado.

Con la mirada puesta en los ocho adultos que poco después han recibido los sacramentos de iniciación cristiana y en el que ha sido admitido en la Iglesia, el purpurado ha incidido en que «la muerte no tiene dominio sobre quienes hemos recibido la Vida del Señor».

Así, ha pedido a los fieles que llenaban la catedral que se comprometan en la construcción de «un mundo más justo» y regalen a los hombres y mujeres con los que se encuentren «la luz» de Cristo, cuya recepción se escenifica en la Vigilia Pascual, para que su paz y su justicia «empapen la tierra».

Junto al cardenal Osoro han concelebrado los obispos auxiliares, monseñor José Cobo, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, SJ, monseñor Santos Montoya y monseñor Jesús Vidal, así como vicarios, el Cabildo Catedral y numerosos presbíteros.

Infomadrid / R. Pinedo / Fotos: Ignacio Arregui

El Papa reza por los cristianos golpeados en Sri Lanka y pide «poner fin a las injusticias» en Venezuela

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Francisco reza por las víctimas de los atentados en Sri Lanka, donde se han producido cientos de muertos y heridos

En su mensaje de Pascua previo a la bendición «Urbi et orbi», el Papa Francisco ha dedicado este domingo una atención especial «al pueblo venezolano», pidiendo «a quienes tienen responsabilidades políticas trabajar para poner fin a las injusticias sociales, a los abusos y a la violencia».

Dolorido por la desastrosa situación humanitaria y el éxodo masivo de refugiados venezolanos, el Santo Padre les ha urgido también a «tomar medidas concretas que permitan sanar las divisiones y dar a la población la ayuda que necesita».

Al mismo tiempo ha pedido «que el Señor resucitado ilumine los esfuerzos que se están realizando en Nicaragua para encontrar lo antes posible una solución pacífica y negociada en beneficio de todos los nicaragüenses».

Especial recuerdo para Sri Lanka

Abordando el drama que empaña esta fiesta -los ataques en Sri Lanka que han dejado cientos de muertos y heridos- el Papa ha dicho haber recibido «con tristeza, la noticia de los graves atentados que, precisamente hoy, día de Pascua, han llevado luto y dolor a algunas iglesias y otros lugares de encuentro en Sri Lanka».

Francisco ha manifestado su «afectuosa cercanía a la comunidad cristiana, golpeada mientras estaba reunida en oración, y a todas las víctimas de una violencia tan cruel. Confío al Señor a los trágicamente desaparecidos, y rezo por los heridos y por todos los que sufren a causa de este dramático suceso».

Cristianos de China unidos

Este Domingo de Pascua es el primero que los cristianos de China celebran unidos, y quizá el que cuenta con la decoración floral más espectacular en la plaza de San Pedro gracias a los cultivadores holandeses. Entre las 55.000 flores, algunas de ellas nuevas, se dan todos los colores en tonos vivísimos, incluido el blanco.

Como todos los años, al mismo tiempo que anuncia la alegría de la Resurrección, el Papa pide oraciones por los países en que no pueden disfrutarla.

En esta ocasión, el primer recuerdo ha sido para «el amado pueblo sirio, víctima de un conflicto que continúa y amenaza con hacernos caer en la resignación e incluso en la indiferencia». Francisco ha pedido que cesen los combates, «se aborde la crisis humanitaria y se favorezca el regreso seguro de las personas desplazadas, así como de los refugiados en países vecinos, especialmente en el Líbano y en Jordania».

Un recuerdo para Yemen

Informado de la tremenda epidemia de cólera en Yemen, que ha añadido tres mil víctimas civiles a la matanza masiva por bombardeos y se ha convertido, con un millón trescientos mil contagiados, en la peor de la historia, el Papa ha invocado la paz «sobre todo para los niños exhaustos por el hambre y la guerra» en un país donde 17 millones de personas carecen de agua higiénicamente segura.

Pero el continente en situación más dramática es, con gran diferencia, el africano y, en su visión del «orbe» Francisco ha comenzado pidiendo «que las armas dejen de ensangrentar Libia, donde en las últimas semanas personas indefensas vuelven a morir y muchas familias se ven obligadas a abandonar sus hogares», y lamentando los «extremismos violentos» en Burkina Faso, Malí, Níger, Nigeria y Camerún.

Con mas detalle ha mencionado el conflicto de Sudán pero, sobre todo, «los esfuerzos realizados por las autoridades civiles y religiosas de Sudán del Sur, apoyados por los frutos del retiro espiritual realizado hace unos días aquí, en el Vaticano» en el que participó el primado anglicano Justin Welby.

El retiro terminó con un gesto impresionante: el Papa besó los pies del presidente y del vicepresidente, que han protagonizado una tremenda guerra civil, suplicándoles que construyan la paz.

«Que la paz haga cesar el fragor de las armas»

Francisco ha concluido su mensaje pidiendo que el Dios «que nos da su paz, haga cesar el fragor de las armas, tanto en las zonas de guerra como en nuestras ciudades». Y que «impulse a los líderes de las naciones a que trabajen para poner fin a la carrera de armamentos y a la propagación preocupante de las armas, especialmente en los países más avanzados económicamente».

Al final ha recordado que este domingo se cumple el setenta aniversario del primer mensaje televisivo de un papa, dirigido por Pío XII el Domingo de Pascua de 1949 a través de la televisión francesa.

Como siempre, sus últimas palabras fueron de agradecimiento a los floristas holandeses por la extraordinaria decoración de la plaza de San Pedro, y a los de Eslovenia por las flores de la basílica.

Juan Vicente Boo. Ciudad del Vaticano (ABC)

 

El vídeo viral de la Semana Santa: un sacerdote anima a los costaleros a llevar la talla de María «presumiendo de Madre»

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El consiliario de la Hermandad de la Sentencia–surgida hace 60 años de un grupo de abogados de Córdoba– se agacha delante del paso de la Virgen para arengar a los costaleros antes de la procesión: «Llévala con orgullo. Llévala con alegría. Llévala presumiendo de madre y que Ella pueda presumir de ti»

Un vídeo viral ha recorrido esta Semana Santa los grupos de Whatsupp de toda España. Se trata de una escena protagonizada por el sacerdote y consiliario de la hermandad de la Sentencia de Córdoba, Antonio Evans, quien se agachó para dirigir unas palabras a los costaleros que iban a portar el paso el Lunes Santo. Sus palabras se convirtieron en una breve pero muy intensa catequesis sobre María.

«Si el mundo tiene esperanza es porque una mujer dijo sí. Y esa es la que vosotros lleváis encima», les dijo. «Si Dios pudo poner su corazón revestido de nuestra carne es porque una mujer dijo sí. Aquí estoy para hacer tu voluntad. Aquí esta la esclava. y esa mujer es la que vosotros lleváis encima».

«Es la madre del Señor es la madre de Dios. Es la madre de todo lo divino. Es la madre de la Esperanza. Es la que además de dar a luz a su hijo, le sigue como su fiel discípula.

María no solo es disponible, María es fiel a la voluntad de Dios. Nunca tuvo otro proyecto que hacer la voluntad de Dios», prosiguió,

«Gracias a Ella nosotros sabemos lo que es el amor. El camino del amor y la vida. Todo se lo debemos a María y esa es la que lleváis vosotros. Delante va el fruto del vientre de María. Pero todo pasa por María. María es la modelo, María es tipo, es figura, ideal… El orgullo de llevarla tiene que explotar en vuestros hombros».

Antonio Evans

«Presume de madre»

El sacerdote recuerda a los costaleros la importancia de su trabajo. «Tenéis que llevarla con dignidad y la dignidad brota de un corazón puro. Sé un digno hijo de esa Madre. Muestra orgulloso lo que es ser madre, ser mujer y decirle siempre sí a Dios cada mañana», dice dirigiéndose a cada uno de ellos.

«Ella nos enseña a decir sí, aunque todo el mundo diga lo contrario. Aunque lo sentencien. Ella dijo sí. Y tú esta tarde vas a mostrarle al mundo que hay que ser como María. Él sí siempre en la boca».

Por tanto, la misión del costalero no termina con la procesión. «El disponible para Dios, el fiel para seguirle hasta la cruz para ser con Él corredentores. Dios te pide que testimonies. Dios te pide que le sigas. Dios te pide que seas como María», añade Antonio Evans.

«No te olvides en todos los apuros de las últimas palabras de María en el Evangelio. Si queréis transformar vuestra vida, si queréis que no os falte la alegría ni la paz: haced lo que Él os diga. Y el agua se convierte en vino. La tragedia en fiesta. Siempre que como Ella digamos: aquí estoy para hacer tu voluntad».

«Llévala con orgullo. Llévala con alegría. Llévala presumiendo de madre y que Ella pueda presumir de ti. Porque también tú sigues a su Hijo», concluye el sacerdote.  «Buena estación de penitencia a todos y que María os bendiga durante todo el año».

La cofradía de los abogados

La Hermandad de la Sentencia es ya toda una institución en la Semana Santa de Córdoba. Nació a finales de 1944, con el nombre inicial de Hermandad de Nuestro Padre Jesús ante Pilato, cuando un grupo de San Nicolás de la Villa se propusieron llenar el vacío del Lunes Santo. Varios de ellos eran prestigiosos letrados, lo que explica el motivo de su devoción.

El nombre de la cofradía cambió en 1946 al actual de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia, que en sus primeros años se caracterizó por su labor social con los internos de la Prisión Provincial de Córdoba. Muchos de los hermanos cofrades, abogados de profesión, prestaban allí de forma gratuita asistencia legal.

Hoy los miembros de la hermandad se caracterizan por su implicación en la vida de la parroquia a lo largo de todo el año. La cofradía se ha abierto también a una activa participación de niños, con los que se realiza una importante labor catequética.

 

Una Pascua para «darle un vuelco a tu vida»

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Los salesianos han puesto en marcha  un itinerario pascual de tres años para los chicos y chicas que participan en sus grupos juveniles. Se trata de un tiempo fuerte para la convivencia y la introspección en el que cada joven conecta la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús con su propia vida personal

El sacerdote lavó los pies de los animadores, y entonces –una licencia litúrgica– la celebración de la Misa de la Cena del Señor se interrumpió durante varios minutos. Los chicos se dispersaron en pequeños grupos, «y cada uno de los animadores les lavamos los pies, se los besamos, se los secamos… Todo esto les impresionó mucho. Se sintieron como los discípulos. Yo les dije: “Si conmigo, que soy una mindundi, os habéis quedado así, imaginaos si os lo hubiera hecho Jesús. Pues así es como lo vivieron los discípulos”».

Un año más, Leticia Monzón, Leto (39 años), pasó la Semana Santa como animadora en una de las tres pascuas juveniles que organizan los salesianos de la inspectoría Santiago el Mayor, la de Arévalo (Ávila), dirigida a chicos y chicas de entre 16 y 18 años. Se trata de la primera de las tres etapas pas-cuales que la congregación ofrece a quienes habitualmente participan en sus grupos juveniles. El itinerario se articula en torno a toda una pedagogía acerca del sentido de la Semana Santa en particular, y del compromiso cristiano del joven en general.

En Árevalo, la primera estación, hubo algo menos de 150 participantes. En La Adrada (también en Ávila), el nivel intermedio, alrededor de 100. Mientras que la tercera y última etapa, en Mohernando (Guadalajara), dirigida a jóvenes de a partir de 20 o 21 años, está enfocada a grupos más reducidos, de poco más de 50. Una norma general es que no es posible repetir. «Lo que queremos es que celebren la Pascua en sus parroquias, en sus comunidades… Esto se hace de para ayudarlos a comprender mejor el significado de estos días y para que crezcan en su fe», explican desde la inspectoría Santiago el Mayor, que abarca territorialmente toda la cornisa cantábrica, Navarra, La Rioja, más las dos Castillas y Madrid.

«Ya no tenemos secretos»

Leto llegó a Arévalo con cuatro de los chicos y chicas a los que acompaña habitualmente en Carabanchel (Madrid). El trabajo con ellos, en realidad, había empezado varias semanas antes, durante la Cuaresma: «Reflexionamos sobre el sentido del ayuno, la oración, la limosna…».

Pese a toda esta preparación, para la mayoría resulta un impacto grande encontrarse en el retiro con otros jóvenes de otros lugares de España, especialmente si acuden de localidades pequeñas. Se genera una convivencia muy intensa, en la que el recorrido de la pasión, muerte y resurrección de Jesús se va conectando de diversos modos con la propia vida.

El Viernes Santo toca reflexionar sobre la cruz. Y sobre las cruces que uno debe cargar en su vida. «Se abren en canal», cuenta la monitora. «Hablan sobre lo que no les gusta en sus vidas y quieren cambiar; sobre sus problemas familiares (algunos realmente dramáticos)… Ves que, de una estación a otra, se va produciendo un salto en el tipo de relaciones que hay entre ellos. Como si pensaran: “Te he contado algo dramático. Ya no tenemos secretos entre nosotros”».

Hay momentos de introspección, meditación y silencio. Otros son para compartir. Y también hay ratos en los que deben preparar las celebraciones, lo que les permite después vivirlas con mayor intensidad.

De cara a la Vigilia Pascual, «cada grupo escribe su propio credo» y «todos asumen públicamente unos compromisos», tanto a nivel personal como comunitario.

Leticia Monzón, con un grupo de jóvenes en la Pascua de Arévalo (Ávila)

El Gran Silencio a la espera de la resurrección

Celia García viajó desde Salamanca a Mohernando con 20 años y ha regresado con 21. Buena parte de su cumpleaños, el Sábado Santo, lo pasó sin abrir la boca ni poder recibir las felicitaciones de los demás, puesto que desde la tarde del viernes hasta la comida del sábado se celebra El Gran Silencio, que ayuda a ponerse en la piel de quienes lloraban la muerte de Jesús y esperaban (con más o menos dudas) su resurrección. «Esa parte me daba un poco de respeto», confiesa. «A nivel personal, la parte en la que más flaqueo es en buscar más momentos de interioridad y de oración, y ese es el objetivo que me llevo», afirma.

De las tres pascuas juveniles de los salesianos de la inspectoría Santiago el Mayor, no duda de esta última es la que más le ha marcado. «La intensidad es mucho mayor», cuenta esta animadora en un centro juvenil de Salamanca. «En los dos primeros niveles, te dan un cuaderno con pautas para las celebraciones, los momentos de reflexión, las dinámicas… Aquí, en cambio, recibes un cuaderno en blanco y un bolígrafo: tú te haces la Pascua, la conec-tas con tu realidad personal y tus circunstancias».

También hay un salto cualitativo en «el tipo de conversaciones» con los animadores y entre los propios jóvenes, muchos viejos conocidos de diversos encuentros y convivencias. En los momentos para los testimonios, a Celia le impactó especialmente escuchar a un antiguo animador suyo, que conoce desde los 14 años y ahora está en el prenoviciado. «Enriquece mucho ver cómo han ido creciendo en su fe personas cercanas a ti, personas que son tus iguales y a las que tratas de tú a tú», dice. «Todo esto te hace tomarte mucho más en serio tu propia vida y darle un vuelco a muchas cosas de tu vida que detectas que debes cambiar».

«Ah, y me lo he pasado de lujo», añade al final de la conversación. «Ir a rezar no impide pasártelo bien».

Ricardo Benjumea

Una Pascua con los preferidos del Padre

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Una cárcel, una residencia de ancianos, un centro de niños con discapacidad, un comedor social, un hogar con enfermos de sida… Jesús no se cansa de hacerse presente en la cara más débil de todos nuestros cansancios

Juan Cormenzana nació hace 47 años en Madrid. Tras toda una juventud y una adolescencia dedicadas, de principio a fin, al mundo de la ingeniería industrial (primero como alumno y después como docente en la universidad), un día descubrió que su corazón latía al mismo compás que el de san Francisco de Asís. «Yo me preguntaba si este era mi sitio y, a medida que han pasado los años, he experimentado la certeza de estar en el sitio que Dios quiere. Y esto no lo cambio por nada del mundo».

Hoy, fray Juan, revestido con el hábito franciscano, se hace Evangelio para cada uno de los hermanos que acompaña como responsable de la Pastoral Juvenil Vocacional de los Franciscanos Conventuales de España. Así lo reza, así lo transforma en certeza, y así lo ha vivido durante esta Semana Santa junto a un grupo de 50 jóvenes que sin oro ni plata, sin dinero en sus bolsas y sin alforja para el camino, han forjado un remanso de paz en medio de este empedrado camino que, a veces, olvidamos llamarlo vida.

«En lugares de muerte, acompañando y sosteniendo la esperanza»

Todo comenzó el Miércoles Santo en la parroquia Santa Clara, del colegio San Buenaventura. «Dividimos el día en dos partes: por la mañana, tras la oración, salían a hacer la experiencia de voluntariado para que, por la tarde, tuvieran experiencias reales de lo que íbamos a celebrar». Y así, el resto de la Pascua. «Si el Jueves Santo íbamos a entrar en el lavatorio de los pies, los jóvenes estuvieron lavando los pies a los más necesitados. Si el Viernes adoramos la Cruz por la tarde, por la mañana fueron a esos rincones donde la cruz está muy presente con enfermos de sida o con ancianos. Si el Sábado Santo María estaba en el sepulcro, los chicos fueron a lugares de muerte, acompañando y sosteniendo la esperanza…».

Algunos, hoy, hacen de cada atardecer que compone estos días, un motivo más para creer que Dios no se cansa de amarnos allí donde más duele. Fray Juan sostiene su ministerio abrazado a esa confianza. «Hicimos ocho grupos de voluntariado, y nos hicimos presentes en la cárcel de Soto de Real, en el Hogar Don Orione con discapacitados, en tres comedores sociales, con los enfermos de SIDA de Madre Teresa, con menores, en un hogar de niños con discapacidad y con las Hermanitas de los Pobres con los ancianos», destaca el sacerdote. Y, en todo momento, acompañados por ocho hermanos franciscanos.

Fotografía de grupo al finalizar la Pascua. Foto: José Luis Silvan

El Cordero transforma el desierto en infinito

Cormenzana sabe que, de la mirada de todos los jóvenes que han participado, brota una nueva resurrección… «Han lavado los pies y han visto el rostro de Jesús en cada una de las personas, y en cada uno de los ámbitos». Sin duda, «han venido muy tocados porque son experiencias que los marcan. Y, en la celebración de la tarde, todo resonaba en ellos de una manera impresionante». Incide en el gesto litúrgico del lavatorio, en la adoración de la cruz con tantas cruces que vieron, en la resurrección… «Las celebraciones dejaban de ser huecas», y las palabras «ya no eran vacías», sino que «encontraban el sentido en todo lo que habían vivido».

Fragilidad que enseña que es posible vivir una Semana Santa a los pies de un Jesús que, a través de los que apenas tienen voz para este mundo, mancha sus rodillas y besa los pies llagados para enseñarnos que solo un Dios como Él es capaz de dejarse clavar en una cruz de madera para regalarnos, con la ternura de un Padre bueno, eternamente la vida. «He visto en ellos la alegría que provoca la entrega», confiesa el religioso. «La entrega de Cristo da vida, y es lo que celebramos en la Resurrección». Porque «el que entrega la vida, resucita», sostiene, «y estos chicos han podido experimentar que es posible ya vivir de manera resucitada, aquí y ahora», porque «se han dado cuenta de cómo Jesús cambia la vida de color para vivir, ya aquí, resucitados».

Y ahí anida fray Juan, al lado de los más débiles, entregado al corazón de cada una de las personas que acompaña, porque sabe que de la mirada de todos ellas brota una nueva resurrección, una nueva vigilia donde el Cordero transforma, una vez más, el desierto en infinito.

Carlos González García


«Una nueva vida para todos»

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«La verdadera renovación comienza siempre desde el corazón, desde la conciencia». Un mensaje que se dirige, al mismo tiempo, a cada persona y al mundo entero. La Resurrección de Cristo es el comienzo de esa vida nueva. Esas palabras resumen la Pascua de Francisco. Una Semana Santa rica de significado, que pasó del encierro en una cárcel ubicada a las afueras de Roma a una multitud congregada para la bendición a la ciudad y al mundo, en la plaza de San Pedro

Los cuatro días más intensos del calendario litúrgico para el Papa comenzaron la mañana del Jueves Santo, con la Misa crismal en la basílica vaticana. Ahí, ante el clero de Roma, el Pontífice aseguró que el clericalismo se inició ya en tiempos de Jesús, cuando los apóstoles recomendaron al maestro despedir a la multitud que lo había ido a oír para asegurarse la propia comida y comodidad. Porque el clericalismo surge del «desinteresarse de la gente».

Francisco invitó a los sacerdotes a «ensuciarse las manos tocando las heridas, los pecados, las angustias de la gente»; a perfumarse las manos «tocando su fe, sus esperanzas, su fidelidad y la generosidad sin reservas de su donarse, que muchos ilustres califican de superstición». «Quien aprende a ungir y a bendecir se sana de la mezquindad, del abuso y la crueldad», apuntó.

Por la tarde de ese mismo día, el Papa se trasladó hasta la localidad de Velletri, a 60 kilómetros de Roma. Como es tradición desde el inicio de su papado, celebró la Misa in Coena Domini (en recuerdo a la Última Cena) en una cárcel. Cumplió su ya tradicional lavatorio de pies a doce presos, elegidos entre los 557 internos. Solo 250 de ellos pudieron asistir a la celebración, por el reducido espacio del teatro-capilla.

Lavatorio de pies en la cárcel

El Papa Francisco lava los pies a un preso, durante la celebración de la Cena del Señor, en la cár-cel de Velletri (Italia). Foto: CNS

En su homilía, Francisco recordó a los ausentes. Y explicó el gesto del lavatorio llevado a cabo por Jesucristo. Una acción dirigida a los «hermanos en el servicio, no en la ambición de quien domina al otro, de quien pisotea al otro». Esa es la razón, precisó, por la cual los obispos deben repetir ese gesto cada año, porque él «no es el más importante» sino que debe se siempre un servidor. «Cada uno de nosotros debe ser servidor de los demás. Esta es la regla de Jesús, la regla del servicio: no dominar a los demás, no humillar a los demás».

Y recordó las palabras de Jesús en el Evangelio, que cobraron especial vigencia: «Tengan cuidado, los jefes de las naciones dominan; entre ustedes no debe ser así. El más grande debe servir al más pequeño. Quien se siente más grande debe ser servidor. Es cierto que en la vida hay problemas, discutimos, pero esto debe ser algo pasajero, porque en nuestro corazón debe estar el amor de servir al otro, de estar al servicio del otro».

Después, con paso lento pero decidido, se dirigió a la fila de los doce presos: nueve italianos, un brasileño, un marroquí y uno originario de Costa de Marfil. Ante cada uno se arrodilló, arrojó agua con delicadeza y besó cada pie. Algunos vivieron el momento con lágrimas en los ojos, otros sonreían vistosamente. Francisco miró a cada uno a los ojos. La intimidad del recogimiento se mantuvo hasta el final de su visita.

«Todas las cruces del mundo»

No hubo homilías del Papa en el Viernes Santo. Empezó la celebración de la Pasión de Cristo postrado completamente en el suelo, las manos en la cara, un momento de sugestiva humillación. Encabezó la tradicional adoración a la Santa Cruz, acompañado por cardenales, obispos, diplomáticos y fieles.

Tampoco pronunció un mensaje especial al concluir el vía crucis que presidió esa misma noche en el Coliseo Romano. Como si considerase suficientes las palabras redactadas por Eugenia Bonetti, la religiosa italiana protectora de esclavas y prostitutas, elegida por él para componer los textos para las 14 estaciones del camino de la Cruz. Reflexiones que dejaron a flor de piel los sufrimientos de los descartados de la sociedad: de los niños soldados a las mujeres explotadas.

En cambio, Francisco quiso componer una oración que pronunció ante la multitud. Instó a ver «todas las cruces del mundo», la cruz de los hambrientos de pan y de amor, la cruz de las personas solas y abandonadas incluso por sus propios hijos y parientes, la de los sedientos de justicia y paz, la de los ancianos en soledad, los «migrantes que encuentran los puertos cerrados a causa del miedo y de los corazones blindados por los cálculos políticos». Sin olvidar a las víctimas de los abusos sexuales por parte de clérigos: el Papa invitó a ver la Cruz de Jesús «en la cruz de los pequeños heridos en su inocencia y pureza», así como en «la cruz de los consagrados que, por el camino, han olvidado su primer amor».

También habló de la cruz de la Iglesia, que «se siente atacada continuamente desde el interior y el exterior». Y de la «casa común», que sufre bajo los «ojos egoístas y ciegos de avidez y poder». «Señor Jesús, aviva en nosotros la esperanza de la resurrección y de tu definitiva victoria contra todo mal y toda muerte», concluyó.

Contra «la psicología del sepulcro»

Altamente sugestivo fue el ingreso de Jorge Mario Bergoglio en una basílica de San Pedro totalmente a oscuras, en la noche del Sábado Santo. Poco antes había bendecido el fuego nuevo y marcado un gran cirio, en el atrio del templo. Lo portaba en su mano, mientras entraba por la nave central para dar inicio a la vigilia de Pascua.

En ella, recordó el camino de las mujeres hasta el sepulcro y el descubrimiento de la piedra movida, icono de la Resurrección. Entonces, lanzó la pregunta: «¿Cuál es la piedra que tengo que remover en mí?». Habló de la «piedra de la desconfianza», que hace caer en la resignación de la muerte y convierte en personas «cínicas y burlonas, portadoras de un nocivo desaliento». O la «piedra del pecado», que seduce, promete fácil bienestar y éxito, pero luego deja dentro soledad y muerte.

Puso en guardia contra «la psicología del sepulcro», por la cual se construyen «monumentos a la insatisfacción», haciendo que la vida acabe siendo «esclava de las quejas y espiritualmente enferma». Y advirtió de que Jesús sabe mirar la belleza imborrable en cada persona, porque en el pecado, él ve hijos que hay que elevar de nuevo; en la muerte, hermanos para resucitar; en la desolación, corazones para consolar. «No tengas miedo: el Señor ama tu vida, incluso cuando tienes miedo de mirarla y vivirla», apuntó.

El Papa postrado en tierra, al comienzo de la celebración del Viernes Santo. Foto: CNS

Anuncio de la Pascua

El Papa anunció la Pascua al mundo desde el balcón central de la basílica de San Pedro, la mañana del Domingo de Resurrección. Primero celebró la Misa, en el atrio. Luego subió a la Logia de las Bendiciones para su mensaje urbi et orbi (a la ciudad y al mundo). Desde allí recordó que la Pascua es el comienzo de un mundo nuevo, libre de la esclavitud del pecado y de la muerte.

Entonces pasó revista a los principales focos de tensión del mundo, invocando para ellos la luz del resucitado. Pidió esperanza para el pueblo sirio, junto con un compromiso a favor de una solución política y que favorezca el regreso seguro de las personas desplazadas. Lamentó las tensiones permanentes en Medio Oriente; recordó a los niños «exhaustos por el hambre y la guerra» en Yemen; llamó a deponer las armas y elegir el camino del diálogo en lugar de la opresión en Libia.

Imploró paz para el continente africano, especialmente en Burkina Faso, Mali, Níger, Nigeria y Camerún. Animó al diálogo en Sudán y Sudán del Sur. Alentó la búsqueda de una paz duradera en las regiones orientales de Ucrania, aún golpeadas por el conflicto.

Dedicó un párrafo especial a quienes sufren las consecuencias de  situaciones políticas y económicas difíciles en el continente americano. Habló del pueblo venezolano, con tantas personas carentes de las condiciones mínimas para llevar una vida digna y segura, debido a una crisis que continúa y se agrava. «Que el Señor conceda a quienes tienen responsabilidades políticas trabajar para poner fin a las injusticias sociales, a los abusos y a la violencia, y para tomar medidas concretas que permitan sanar las divisiones y dar a la población la ayuda que necesita», prosiguió. Y deseó que Dios ilumine los esfuerzos para encontrar lo antes posible una solución pacífica y negociada a las dificultades políticas que afectan a Nicaragua.

«Que el Resucitado –apuntó–, que ha abierto de par en par las puertas del sepulcro, abra nuestros corazones a las necesidades de los menesterosos, los indefensos, los pobres, los desempleados, los marginados, los que llaman a nuestra puerta en busca de pan, de un refugio o del reconocimiento de su dignidad».

Andrés Beltramo Álvarez
Ciudad del Vaticano

Semana Santa en Letonia

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Escribo desde mi camareta de nuestro batallón español, en la misión Enhanced Forward Presence de la OTAN, operación compartida con soldados de Letonia, Canadá, Polonia, Eslovaquia, Eslovenia, Albania, Italia, República Checa y Montenegro. Una periferia de Europa occidental, entre lagos helados, bosques infinitos de coníferas, ríos tranquilos, pequeñas ciudades y aisladas aldeas, verdes brañas y un cielo tan pronto azul iluminado por un gélido sol como gris presagio de ventisca, donde celebramos los militares una espiritual y militar Semana Santa.

Los militares cristianos de Letonia, Polonia, Italia, Eslovaquia, la República Checa y Eslovenia adoramos al Santísimo Sacramento en exposición solemne del barracón hecho capilla, escoltado por gastadores del Ejército polaco. La Misa de Jueves Santo y la reserva del monumento, también escoltado por los gastadores polacos, concluyó con una procesión con el Santísimo Sacramento por las callejuelas de nuestra base, entre carros de combate, ambulancias, todoterreno, el hospital, los barracones y las tiendas de campaña de cada país, con el rezo del santo rosario. Los oficios del Viernes Santo y la Vigilia Pascual fueron multitudinarios, en inglés, el nuevo latín.

La Misa del Domingo de Resurrección en la base la compartimos con los italianos en una alegre y devota ceremonia en español e italiano. Luego nos desplazamos hasta una de nuestras compañías, en maniobras cerca de la frontera entre Estonia, Letonia y Rusia. En una serena tarde, en un claro del bosque celebramos una Misa de campaña del Domingo de Resurrección, ofreciéndola por el fallecido padre de un compañero. Participamos creyentes y no creyentes, unos con fe, otros sin ella, pero todos con el compañerismo y el respeto a las tradiciones militares de quienes somos soldados de España.

Al inicio he escrito Semana Santa militar en Letonia, pero en nuestras fragatas navegando en operaciones internacionales, en nuestras unidades de Irak, Mali, Congo, Afganistán, Djibouti, Turquía, Líbano, la Semana Santa no ha sido distinta: amor a Dios y amor a España fundidos en el amor de nuestras familias en el territorio nacional, rezando los unos por los otros a Cristo muerto y resucitado.

Alberto Gatón Lasheras
Capellán militar





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